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Vuelo 370: Familias de víctimas se aferran a la esperanza

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Por DIDI TANG, Associated Press
    Durante todo el año pasado Wang Zheng evitó ir al modesto departamento donde sus padres vivieron los últimos 20 años en el centro de Nanjing, hasta que desaparecieron en el fatídico vuelo 370 de la Aerolínea Malaya.
    Hay rollos de pinturas de su padre en tinta en la sala de estar, la habitación de huéspedes y el estudio. Pinceles secos cuelgan de una pared. En la cocina se percibe una delgada capa de polvo en el piso y la estufa.
    Wang Zheng, hijo único de Wang Linshi y Xiong Deming, dice que solo visita el departamento en esta ciudad oriental de China si es absolutamente necesario.
    "Paso la menor cantidad de tiempo posible", expresó el joven de 30 años. "No me siento bien. Siempre sueño que mis padres están al llegar".
    Igual que otros familiares de las 239 personas que desaparecieron en el Vuelo 370 en la madrugada del 8 de marzo del 2014, Wang ha experimentado todo tipo de emociones, desde dolor y esperanza hasta culpa y enojo a lo largo del último año.
    Muchas familias se han unido en un esfuerzo desesperado por encontrar el avión y a sus seres queridos. Otras se han hecho a la idea de que el avión y sus pasajeros desaparecieron en el océano y de que es casi imposible ubicarlos, como dice el gobierno.
    Las familias que se resisten a dar por perdidos a sus seres queridos siguen enviando peticiones al gobierno, analizando detalles técnicos, planteando dudas y exigiendo respuestas. Se sienten desamparadas la mayor parte del tiempo, rezan durante el día y lloran de noche.
    "La gente no nos comprende, pero necesitamos saber la verdad", dijo Wang.
    No saber qué ha sucedido con un ser querido es un trauma particularmente doloroso, según Pauline Boss, profesora emérita de ciencias políticas aplicadas a la familia en la Universidad de Minnesota.
    "Sufren el tipo de pérdida más duro que uno se puede imaginar", dijo Boss, agregando que es un sufrimiento que trasciende lo material, la educación, la cultura y la religión. "Tus seres queridos desaparecen y no tienes prueba de que han muerto. Los seres humanos necesitamos un cadáver, tener pruebas, porque de lo contrario albergarán por siempre la esperanza de que sus seres queridos están vivos".
    Temerosas de que las autoridades abandonen la búsqueda, los familiares de los pasajeros y la tripulación del vuelo 370 las exhortan a que sigan buscando.


    "Ha pasado casi un año. No hay pruebas, no hay escombros, nada que nos indique que están realmente en el océano Indico", expresó Jacquita Gomes, esposa del supervisor de vuelo Patrick Gomes, hablando desde su casa en un suburbio de Kuala Lumpur, la capital malaya. "Si fallecieron, muéstrennos algo. Aunque sea un dedo, algo que nos permita despedirnos como corresponde y enviarlo a Nuestro Señor".
    "Nos resulta imposible dar por muerto a alguien que queríamos tanto" mientras no haya una prueba concreta de su fallecimiento, declaró Grace Subathirai Nathan, cuya madre Anne Daisy tomó ese vuelo.
    Las familias han formado grupos de apoyo en Facebook y Twitter. Esas redes sociales facilitan el contacto, el intercambio de información y la toma de decisiones colectivas.
    El grupo criticó el jueves al gobierno malayo por decir que no había esperanzas de que hubiese sobrevivientes pocas semanas después de la desaparición del avión y por decir en enero que se daba por sentado que todas las personas abordo habían muerto.
    "No aceptamos esa declaración y no perderemos la esperanza hasta que tengamos pruebas definitivas de que se estrelló (en el mar) y se determine dónde, aunque sea un pedazo del aparato", señala el comunicado.
    Un grupo de esposas, madres y hermanas se hicieron budistas en China y hacen peregrinajes a templos locales para rezar por el retorno a salvo de sus seres queridos.
    Al darse cuenta de lo efímera que puede ser la vida, Wang decidió tener un hijo. Pasa más tiempo con su familia política que con su familia directa y está inmerso en su trabajo como ingeniero en tecnología de la información.
    "Trabajo muchas horas extras, en la esperanza de que eso no me deje pensar", comentó.
    Pero no está quebrado.
    "He tratado de adaptarme. No puedo entregarme, porque no quiero que mis padres, cuando vuelvan, vean que me derrumbé", sostuvo. "Debo cuidarme, cuidar de mi familia, permanecer erguido y buscar la verdad mientras esperamos que vuelvan".
    Por alguna razón, insiste en que no se toque nada en el departamento de sus padres.
    "Decidamos qué hacer cuando están de vuelta", expresó.

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