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Campamentos de verano, una dosis de independencia para los niños

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La última vez que hablé con el psicólogo y consultor de escuela, Michael Thompson, el libro Mamá Tigre, escrito por Amy Chua estaba en los titulares de los medios, llamando la atención sobre cómo dirigía a sus hijos al éxito. Thompson nos dio ejemplos memorables de los titulares, incluyendo: “Sabes que eres un padre extremo si te imaginas que tu hijo va a ser un jugador profesional incluso aunque ningún entrenador haya predicho este resultado”. Y, “Sabes que eres un padre extremo si haces que tu hijo realice 30 prácticas de exámenes SAT (examen estandarizado para entrar a la universidad en Estados Unidos) antes del examen real”.
Los padres extremos no necesariamente toman un descanso durante el verano. Tampoco Thompson: “sabes que eres un padre extremo”, me dice, “si mandas a tu hijo a un campamento por un mes y visitas todos los días el sitio web para encontrar una fotografía sonriente de tu hijo y te pones frenético y llamas al campamento si no puedes encontrar una”.


También está el padre “llámame”. “Un director de un campamento me decía que tuvo un niño que llegó con tres teléfonos celulares”, dice Thompson: “uno para entregar, otro para usarlo ilegalmente hasta que fuera confiscado, y el teléfono de respaldo”.
Estas historias verdaderas ayudaron a Thompson a escribir su nuevo libro sobre el valor del campamento de verano: Homesick and Happy: How Time Away From Parents Can Help A Child Grow (Extrañando el hogar y feliz: Cómo el tiempo alejado de los padres puede ayudar a un niño a crecer).
Algunos de nosotros tenemos hijos que en este momento extrañan el hogar, por estar en un campamento. Michael Thompson se siente afligido por ellos. Pero la aflicción termina cuando piensa en los “saltos de desarrollo” que muchos niños tienen en el campamento de verano, desafiándose a sí mismos en formas en las que no pueden cuando sus padres están cerca.
Thompson visitó 20 campamentos y habló con alrededor de 200 campistas para escribir Homesick and Happy. Está sorprendido por cómo los campistas aman contar lo que él llama sus “historias de terror en la fogata”; sobre el frío, noches miserables y piquetes de mosquito en todo su cuerpo.
“Estas niñas están paradas allí con estas sonrisas brillantes en sus rostros, hablando sobre su malestar”, dice Thompson. “Están hablando de su triunfo personal sobre el malestar y el hecho de que fueron más valientes de lo que pensaron que iban a ser. No se quedaron inmóviles. No lloraron. Comieron cenas frías, se fueron a dormir, su bolsa de dormir estaba un poco mojada, y volvieron con una historia de triunfo”.

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